FILOSOFIA ARTISTICA
En su
carácter de becario, Politti debía remitir informes mensuales acerca de
las experiencias que aquilataba (en 1964). Algunos fragmentos de estos
informes muestran la lucidez de un actor preocupado intensamente por su
profesión, ávido por aprender y por transmitir lo sagrado y ritual que
posee el arte.
"Evidentemente, la práctica
escenica es la escuela más sólida y cuando alguien, que como yo, se pasa el
tiempo teorizando e intelectualizando el teatro, este encuentro es,
decididamente, la consolidación de los elementos que hacen el trabajo en
sí. A pesar de haber trabajado intensamente en Mendoza y de tener acumulada
una serie de personajes importantes en mi historial clínico de actor, y
después de conquistar verdaderas satisfacciones por la misma maduración
encuadrada dentro de mi raíz de aprendizaje, siento que el trabajo no ha
sido total porque - y aquí lo descubro- el actor necesita el contacto
regulador de esa fuerza interpretativa que es, definitivamente, el público.
Allá, los actores trabajamos demasiado en el bordado del teatro y luego de
tres o cuatro meses, cuando consideramos lista la obra, no tenemos más que
una o dos oportunidades de mostrarla. Esto, a la larga, no es otra cosa que
la frustración de lo no integrado. Recuerdo lo que le costó a la Universidad
Nacional de Cuyo el montaje de "Las alegres comadres de Windsor" y de
"Fuenteovejuna" , y todo para que la primera se representara una vez y la
segunda dos. Yo sentí que "Falstaff" necesitó desprenderse de una neurosis
provocada por su exhibición, y lo mismo ocurrió con "El comendador". Cuánto
hubiera ganado mi trabajo de haber tenido una continuidad de
presentaciones".
"He tratado, en la medida de
lo posible y en lucha con esa carencia de lineas definidas de nuestros
directores y actores, de encontrar una explicación que clarifique el proceso
al que se somete el actor en la búsqueda de una criatura para poder
insertarla en sí mismo. ¿Qué actor podrá decir jamás cómo y por qué un
personaje le nació en la fantasía? El misterio de la creación artística es
el misterio mismo de la creación natural. Una mujer, amando, puede llegar a
ser madre pero el deseo, sólo por intenso, no bastará. Un día se encontrará
con que es madre sin saber exactamente lo que ha pasado. Así, el actor,
viviendo, acoge en sí tantos gérmenes de vida y jamás puede decir cómo y por
qué, en un momento dado, uno de esos gérmenes vitales se le insertan en la
fantasía para convertirse en una criatura viva, en un plano de vida superior
a la voluble existencia cotidiana. De ahí mi preocupación, como la futura
madre, de llegar al fondo para descubrir la forma. La vivencia no basta;
hacen falta elementos solidísimos para terminar en el milagro. El actor va
aprendiendo una técnica mediante la práctica de su trabajo - para mirar,
para manejar su cuerpo- pero si posee naturalmente ese don especial,
desbordante, podrá llegar a crear y hacer una verdadera sinfonía de tonos y
matices. Desgraciadamente, no todos poseemos ese toque genial, y es por eso
que necesitamos una escuela que guíe nuestras posibilidades expresivas, pero
no sólo para que se nos de lo elemental en formación técnica, sino para que
nos entreguen la solidez de una enseñanza basada en una idea concreta. Idea
concreta es, a mi juicio, la definición de una linea para la creación, y
llegar así a vivencias sinceras. La limitación de nuestros actores es la
carencia de esa linea. Perdón, pero me veo y los veo como atrofiados por la
falta de una alimentación adecuada, y se me ocurre pensar en lo que
realmente seríamos si nuestros maestros-directores se preocuparan más por
dar a nuestro teatro una fisonomía netamente argentina. La intuición nos
rige constantemente, infuenciada a la vez por distintos maestros
extranjeros, y de esa forma nos encontramos con que aquel personaje lo
hicimos aplicando los consejos de un maestro francés, y éste, con el método
de un ruso. No niego que quizás algún día -ojalá no muy lejano- esta
influencia sea el origen de una auténtica forma nuestra".
"Siempre me ocurrió que al
llevar un tiempo trabajando sobre un personaje cualquiera, me encontrara
aburrido de él, cnasado de repetir siempre el mismo texto y sin más emoción
que la idea de su presentación. Esto me confundía terriblemente y me hacía
preguntarme si realmente mi vocación sería el teatro. He llegado a
torturarme - y no exagero - haciéndome esta pregunta. Era algo así como el
enamorado que vive la plenitud e su amor y, de repente, descubre en su
interior una falla; como si ese fuego que había encendido su pasión
comenzara a debilitarse. Esto, dentro de lo que cabe en el ejemplo, me
ocurría a mi, y me ha llevado a una búsqueda constante, a un estudio de los
factores negativos que me hacían sentirme tan mal. Llegué a verdaderos
extremos como - por ejemplo - pensar en abandonar el teatro (…) Fernando
Labat, hombre integrado absolutamente al teatro y cuya única preocupación es
la investigación constante, me ha aclarado los puntos sobre la forma de
iniciar el proceso de creación. Me ha dado los elementos que necesita un
actor, cuando éste debe emprender la tarea de encontrar lo que hace la
fusión de su propia personalidad y la del personaje. Quizás, para él no
hayan sido más que un par de palabras, pero para mi ha sido el reencuentro
con el teatro, mi vocación. He recuperado mi fe y mi fuerza".
Tomado de "Luis
Politti: cadencias y otros cielos",
Fabián Stolovitzky, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1995
Esta entrevista apareció, sin firma, en la revista
dominical del diario "El Dia" de La Plata en septiembre de 1975.
LUIS POLITTI: HACIA UN TEATRO CON
PROPUESTAS
Apenas unos
días después que recibiera el Martín Fierro 1974 en mérito a su
trabajo como mejor actor de reparto, estuvimos con Luis Politti con
quien compartimos un par de cafés y varios cigarrillos. Visiblemente
emocionado por el galardón obtenido – “es un poco el símbolo, la
concreción de todo un esfuerzo realizado y la mayor gratificación de
mi carrera profesional”,- abrió juicio sobre las diferentes maneras
de hacer teatro y las posibilidades que tiene el cine y la
televisión en nuestro país.
Actor de “Los 7 locos”; “Boquitas pintadas”; “La tregua”; “Los
gauchos judíos”; “La Raulito”; “La guerra del cerdo”; “Solamente
ella”, Politti intenta plasmar una propuesta que acerque aún más al
hombre con el arte.
Su incorporación al teatro y el inicio de su formación actoral se
dieron de una manera discontinua: “Primero empecé en forma práctica
con gente que hacía teatro de la manera que siempre se lo ha hecho
en el país, hasta que comenzaron a aparecer los métodos y las
disciplinas. Y fue en mi provincia, Mendoza, que me inicié con el
grupo de gente que hacía teatro comercial, al cual nosotros le
llamábamos “el teatro rasca”. Después de haber trabajado durante dos
años...”.
- ¿Qué edad tenías?
- Ahí tendría más o menos 16 años, y en esa fecha entré a estudiar
en la escuela de Arte Escénico de mi provincia, que dependía de la
Universidad Nacional de Cuyo. Dirigía esta escuela una señora rusa,
Galina Tomalcheva, que había venido al país luego de la Revolución
del 17, y había sido alumna de Stanislavsky. Esta mujer tenía un
manejo muy profundo del método de Stanislavsky, quien asoció sus
estudios con los descubrimientos del científico Pavlov, y a veces en
forma directa del maestro, o a través de un marido suyo, discípulo
de aquel elaboró y puso en funcionamiento toda la concepción de
Stanislavsky sobre el teatro.
- ¿Cómo se lleva al teatro el reflejo condicionado de Pavlov?
- Para Stanislavsky, en un comienzo el teatro era simplemente un
espectáculo. Todo estaba basado en la escenografía, las luces, el
aparato musical, es decir, en todas esas cosas que posteriormente se
las definió como la “involución del teatro”. Entonces Stanislavsky
empezó a entrar en una crisis profunda, y no sabía que era lo que
realmente le pasaba, hasta que se conectó con el doctor Pavlov que
era un científico que trabajaba sobre las reacciones animales
descubriendo el llamado “reflejo condicionado”, en el sentido de que
dando sonidos a una misma hora, todos los días, y entregándole
simultáneamente la comida al animal, éste llegaba a un
acondicionamiento tal que el solo hecho de escuchar el sonido
anticipatorio, el animal ya segregaba jugo gástrico.
Entonces Stanislavsky toma este elemento y empieza a elaborarlo en
función de las carencias que como actor él tenía. Es decir que para
él, el trabajo del actor había sido una cosa desde afuera: que
consistía en exponer a partir de un simulado, exterior al individuo,
sin sufrir el proceso interno que daría lugar a este reflejo, o sea,
la movilización de los “jugos gástricos” por así decirlo, para
sentir realmente algo en función de una situación determinada.
- ¿Cuándo te radicaste en Buenos Aires?
- Vine a la capital en varias oportunidades con el objeto de ver
grupos de teatro extranjeros, y retornaba a mi provincia para seguir
estudiando, trabajando. Más adelante me interesó radicarme en Buenos
Aires para trabajar definitivamente, pero con la idea de encontrar
nuevos elementos y ampliar lo que aprendí con Galina Tomalcheva y no
con el sentido de que se le otorga a Buenos Aires como la “capital
del éxito”.
De esta manera me presenté y gané una beca del Fondo Nacional de las
Artes. Entonces eso dio pie para que me quedara definitivamente.
Esto hace diez años. Aquí me conecté con Fernández y Gené, que en
esos momentos estaban dando clase. No tomé ninguna con él porque mis
criterios diferían de Gené, y lo que él daba no se conectaba mucho
con lo que a mi me interesaba que era el teatro como propuesta, es
decir, en función de aquello que uno se pregunta y no alcanza a
responderse y las respuestas las encuentra en el trabajo colectivo
dirigido por gente que ya tiene experiencia en el tema...
- ¿Dónde están los límites del equipo y dónde aparece la
individualidad del actor?
- Los límites están en la convivencia. La propuesta puede ser muy
interesante y los objetivos comunes a todos, pero es en la
convivencia donde aparecen los elementos individualistas. Entonces,
como hay una tendencia natural al triunfo, al éxito personal en el
grupo eso no se produce o es más difícil de manifestarse en ese
nivel.
Si uno de los actores del grupo sobresale, bueno, tendrá su
compensación, pero sino, es el grupo el que en realidad tiene que
llevar la recompensa general. Pero como la educación individualista
es muy fuerte, las experiencias grupales por lo general se frenan.
Entonces el sentido que puede tener armar un grupo en nuestro país
es algo bastante aleatorio.
- ¿En nuestro país o en nuestro sistema social?
- Creo que las cosas están un poco relacionadas. De acuerdo con la
educación recibida, se tiene fundamentalmente al éxito individual,
salvo cuando el individuo va a la cancha de fútbol donde están los
fanáticos de uno y otro lado y los dos equipos se enfrentan en la
cancha. Entonces ambas tribunas pujan para que cada uno de sus
equipos funcione y gane. Pero esta situación no se traslada a otras
experiencias que tienen que ver con la estética o la plástica dentro
del arte. Así, el pintor es un individualista, porque no le queda
otra salida, el escritor sufre el mismo proceso, pero el dramaturgo
que sí le quedaría una puerta al poder trabajar con un grupo de
gente, propuesta mediante, también cae en el individualismo...
Entonces los actores tenemos por formación –escaparme a esto-
aquello de “que buena obra” y “vamos a ver si nos ponemos a trabajar
sobre ella”, pero nunca se piensa en el trabajo como trabajo en
conjunto, para crear algo que nos permita expresarnos aunque sólo
sea con ruidos propios, aunque eso pueda ser no muy entendido pero
por lo menos que la gente sepa que constituímos un grupo, que
estamos volviendo a nuestras propias raíces para encontrarnos y de
esa forma evolucionar hacia algo que nos permita algún día
comunicarnos con los demás y con nosotros mismos...
- ¿Cómo se expresaría concretamente el planteo?
- Por ejemplo Shakespeare, escribió una obra de una manera
determinada, con una estructura sólida. Pero ocurre que este autor
emplea para exponer una situación simple de 10 a 15 páginas.
Nosotros hemos llegado a ciertas experiencias de vida interna que
han posibilitado a cortar el tiempo entre lo que necesitaba
Shakespeare y lo que actualmente podemos nosotros necesitar para
darnos cuenta de cierto tipo de problemas.
Entonces, trabajar sobre esto es recrear. Si tomamos a un ser que se
debate entre amar o no amar, y trabajamos sobre este hecho con una
mentalidad totalmente actualizada sin abandonar la idea de
Shakespeare, nosotros estamos recreando a Shakespeare. Esto incluye
desarrollar incluso un punto de la obra a la que el autor le pudo
otorgar poca importancia pero que para nosotros, por el momento en
que vivimos, nos es de gran significación...
- Sabemos que en teatro esta experiencia se desarrolló y tuvo
críticas muy disímiles...
- En “Hedda Gabler”, de Ibsen, se hizo precisamente un trabajo de
búsqueda, del funcionamiento interno de los personajes. Lo que
pretendía Ure, su director, era trabajar sobre el inconsciente.
Nosotros sabemos poco sobre el inconsciente; conocemos la existencia
de aspectos nuestros que están reprimidos y donde mandamos todas las
cosas que creemos que son porquerías las que quedan como
“estancadas” apareciendo en distintos períodos y nos molestan mucho
y profundamente. Entonces Ure nos propuso trabajar sobre esta obra
de Ibsen y nos dijo: “lo que me importa de ustedes es desarrollar
las zonas que precisamente no están desarrolladas”. Es decir,
trabajar concretamente con aquello que se conectaba con nuestra
realidad no desarrollada. Por ejemplo, si yo veo a una mujer en la
calle que me gusta pero tengo dificultades como para manifestárselo,
pero a la vez no puedo dejar que pase delante mío sin que se lo
diga, debo encontrar el mecanismo. Este impedimento mío sería una
zona no desarrollada. Creo que en psicoanálisis se lo denomina como
inhibición.
Entonces este es el trabajo que propuso Ure. La cosa funcionó bien a
nivel de la experiencia personal, pero en lo que hace a la
estructura general de la obra, como él no tenía objetivos claros, la
cosa se pinchó. Pero aclaremos: a Ure no le interesaba poner en
cartel a “Hedda Gabler” lo que le interesaba era que la gente viera
cual era la experiencia que nosotros habíamos tenido...
- Lo que implica un éxito...
- Claro, pero la gente no lo entendió y bajaba la cortina. Decía
“esto no es Ibsen”, “esto es insoportable”, “esto es una porquería”.
Pero también había gente que se enloquecía y gritaba y se ponia a
llorar, diciendo emocionada que en su vida había visto una cosa mas
hermosa que esa. Incluso Gené subió él al escenario emocionado
diciendo que él había tratado de imaginar cómo se podía hacer “Hedda
Gabler” de Ibsen y “por primera vez en su vida lo había visto allí”.
- ¿Y en cine?
- Estoy terminando de filmar una película de Lucas Demare,
“Solamente ella”. Su libro es lineal: se ha quedado en el esquema, y
los autores, Demare y Marta Mercader no lo han desarrollado. Ellos
explican su obra a partir del diálogo, por lo menos de Demare lo
sabemos porque hemos visto películas anteriores de él y es uno de
los tipo más importantes que tiene el cine nacional. Hizo “Los
isleros”, “La guerra gaucha”, “Hijo de hombre” que junto a otros
filmes constituyen un estilo de vida de cine argentino.
Además de eso, el tema de le película es un tango, y el tango, salvo
poetas como Homero Manzi, Discépolo, Cátulo Castillo, es muy lineal,
es esquemático, te cuenta una historia que vos la tenés que
desarrollar internamente.Entonces pensé que podía hacer una
experiencia bastante interesante con el personaje que me habían
ofrecido, creyendo que podría moverme con los criterios que te
mencioné. Pero esta intención se me desinfló porque Demare tiene una
forma de trabajo distinta a la mía, y aunque no comparto su método,
me parece lícito lo que Demare realiza. Para él es rico, profundo
porque él lo entiende de esa manera y yo lo respeto. Pero la
resultante de todo esto es que “Solamente ella” no es lo que yo
había imaginado. Entonces a mi me sucedió lo que sintieron algunos
espectadores que fueron a ver “Hedda Gabler” cuando encontraron que
la obra no tenía nada que ver con el libro...
- ¿Y en “La Raulito”.
- Es el trabajo de Lautaro Murúa, parecido al cine de Bresson, con
esos tránsitos internos, y esas situaciones ahogadas en sí mismas.
Deja de ser lineal porque su estilo escapa a este modelo y uno ya lo
puede apreciar en “Shunko”, “Alias Gardelito”. Murúa me transfirió
sus conocimientos de una manera muy auténtica. La experiencia con él
me ha interesado mucho. No te digo que para mí sea lo más importante
pero es realmente significativo que en un cine como el nuestro, que
no está desarrollado, haya un tipo que tiene un estilo y lo pueda
plasmar de esa manera...
- ¿Y con Renán?
- No, con Renán no. El trabajo que se hizo fue más bien tradicional.
Refiriéndose a la versión televisiva de “La tregua” puntualizó que
la misma tuvo más autenticidad y estuvo más cercana al libro
original que la película en sí. “El porqué lo saben los productores
y Renán. En la película desaparecieron cosas, muy importantes que en
televisión se destacaron. En esa novela lo más importante es el
problema del tipo, es decir, el tránsito que hace el protagonista
principal en esa pérdida afectiva que arrastra desde hace 20 años y
un día de golpe se encuentra con una muchacha que le remueve todo y
él entonces empieza a comparar su vida con el único patrón que
tiene, que es la mujer que se le murió 20 años atrás. Y eso en la
película no está o aparece muy lavado...”
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